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Jueves, 06 de Noviembre de 2025

Actualizada Miércoles, 05 de Noviembre de 2025 a las 21:16:14 horas

Prevenir el fraude: una responsabilidad compartida para reforzar la confianza

Lisette González

La confianza constituye un pilar fundamental en cualquier relación, ya sea personal o profesional. Sin embargo, es importante recordar que la confianza no es un elemento estático, sino un valor que se construye y fortalece a diario.

Y, como tal, debe considerarse un activo estratégico, intangible pero esencial. También es importante resaltar este valor entre las entidades financieras y la sociedad: sin confianza, el sistema pierde su legitimidad. Y una vez quebrada, es muy difícil reconstruirla.


Por eso, es imprescindible que entendamos que la prevención del fraude y el blanqueo de capitales no son sólo una tarea operativa, sino una responsabilidad compartida entre la industria, los Gobiernos y los ciudadanos, y que nos ayuda a proteger la integridad de las entidades, la reputación corporativa y, sobre todo, la seguridad de las personas.
 

Sin embargo, aunque parezca mentira, el fraude continúa situándose en el centro de las relaciones entre los ciudadanos y su entorno digital.
 

Según el último informe Consumer Pulse de TransUnion, dos de cada diez ciudadanos han sido objetivo de fraude y un 7 % ha terminado siendo víctima. A pesar de estas cifras, aún a día de hoy, el 35 % de los consumidores encuestados no toma ninguna medida de protección ante evidencias de fraude, en gran parte porque ni siquiera sabe qué puede o debe hacer.

Anticiparse para prevenir el delito

Informar y concienciar al cliente es importante, pero más aún es que las entidades actúen también con responsabilidad para anticiparnos en un entorno donde los riesgos evolucionan con rapidez y la tecnología redefine los límites de lo posible. Cada innovación, ya sea en inteligencia artificial, análisis de datos u otras tecnologías emergentes, abre nuevas oportunidades para las empresas y para la sociedad, pero también genera nuevos escenarios para los delincuentes. Frente a ello, actuar con responsabilidad es imprescindible.

Y actuar exige basarse en información precisa, ética y confiable: que cada dato cuente, cada alerta se traduzca en acción y cada avance tecnológico esté al servicio del bien común. La tecnología, sin propósito ni valores, puede ser una herramienta vacía; pero, con ellos, se convierte en una fuerza transformadora.

En este sentido, es importante entender también qué es fraude realmente para eliminar fricciones en la experiencia del consumidor ante los falsos positivos: se estima que hasta dos tercios de las transacciones de venta se identifican erróneamente como falsos positivos, con unos costes para las empresas cercanos a los 400.000€ millones, según el informe “The E-Commerce Conundrum: Balancing False Declines and Fraud Prevention,” de Datos Insights. Y cada euro perdido por fraude implica para los bancos 3,77€ en gastos como honorarios legales y recuperación, según apuntan desde ABA Banking Journal.

Por eso, construir un ecosistema más seguro, transparente y justo, en el que la protección de las personas y la fortaleza del sistema financiero se retroalimenten, supone trabajar para el bien. De hecho, cuando se gestiona con rigor y ética, la información es mucho más que un recurso: es el motor de una transformación responsable. Nos permite avanzar con propósito, tener un impacto positivo y contribuir al progreso de la sociedad. Porque un sistema financiero sólido y confiable no sólo protege a los clientes, sino que impulsa el desarrollo económico y fortalece la cohesión social.

Alarman los datos de fraude

El fraude provoca un impacto real en los consumidores españoles, pero también en las entidades financieras, según el estudio de TransUnion antes mencionado.

Por un lado, el 29 % de los españoles afirma haber perdido dinero por fraude en el último año (con una pérdida mediana fue de 962€ en nuestro país); pero no sólo eso: el 48 % abandonó un carrito de compra por sospechas de fraude y el 62 % evita volver a usar una web si ha tenido una experiencia insegura. Es decir: el fraude compromete la confianza que sostiene el sistema y protegerla exige de colaboración efectiva.

Y, por el lado de las entidades, el estudio de TransUnion muestra cómo en 2024, se llegó a un máximo histórico en el fraude con identidades sintéticas, alcanzando los 2.800 millones de euros en pérdidas, debido, sobre todo, a un cambio estratégico de los delincuentes, que están aprovechando de forma muy agresiva datos de identidad expuestos y llevando a cabo estafas impulsadas por IA, deepfakes e identidades sintéticas.

La analítica, imprescindible para la prevención del fraude

Afortunadamente, los avances en analítica para la toma de decisiones y basada en IA proponen importantes innovaciones que nos pueden ayudar a predecir el fraude para atajarlo incluso antes de que suceda.

Conseguir transformar datos en señales de riesgo, permitiendo decisiones más informadas y ágiles frente al fraude, es fundamental y se puede conseguir desde cuatro ámbitos. Primero, identificando patrones inusuales que se desvían del comportamiento esperado. También, descubriendo conexiones ocultas entre solicitudes sospechosas. De la misma manera, anticipando posibles fraudes basándose en patrones históricos. Y finalmente, evaluando, recomendando y ajustando, de forma óptima y ágil, los resultados a las necesidades

En definitiva, observamos cómo, por un lado, el fraude se vuelve más complejo, y exige respuestas sofisticadas y colaborativas; y, por otro, los consumidores son aún poco conscientes del riesgo real, lo que aumenta su vulnerabilidad. Pero el impacto del fraude va más allá del dinero: se pierde confianza a nivel colectivo. Y, por ello, es esencial la colaboración entre entidades y el uso de tecnologías avanzadas de analítica.

Sólo con una visión colectiva y un compromiso ético compartido podremos seguir trazando el camino hacia un futuro más seguro y confiable que no será solamente tecnológico: será humano, ético y responsable. Un futuro en el que la confianza siga siendo nuestro activo más valioso, y donde cada acción, grande o pequeña, contribuya a reforzarla. Porque proteger a las personas y fortalecer la confianza en el sistema no es sólo una obligación: debe ser una vocación, el propósito que guía cada una de nuestras decisiones.

 

Lisette González,

directora general de TransUnion España

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