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Relaciones Transatlánticas

Un acuerdo comercial desigual con EEUU: el precio de las barreras no arancelarias que la Unión Europea prefirió mantener

Redacción Empresa Exterior Lunes, 11 de Agosto de 2025 Tiempo de lectura:

Bruselas y Washington han cerrado un nuevo capítulo en sus relaciones comerciales con un acuerdo que, si bien evita una guerra arancelaria, establece condiciones asimétricas. Europa deberá afrontar un gravamen del 15% para la mayoría de sus productos, mientras que los bienes norteamericanos accederán al mercado único sin coste. A cambio, la UE se compromete a adquirir energía estadounidense por valor de 750.000 millones de dólares y a fomentar inversiones en EE. UU., un pacto que ha sido calificado por expertos como una "resignación" y una victoria táctica para Washington.

Un nuevo marco comercial ha sido sellado entre la Unión Europea y Estados Unidos tras las negociaciones celebradas en Escocia el pasado fin de semana. El pacto redefine las reglas del juego transatlántico, imponiendo un gravamen del 15% sobre los bienes europeos destinados al mercado norteamericano, una medida que afecta a industrias tan relevantes como la del automóvil, el aceite de oliva y los semiconductores.

En contrapartida, los productos procedentes de Estados Unidos disfrutarán de un acceso libre de aranceles al mercado común europeo. Esta asimetría es una de las claves de un acuerdo que busca, según sus defensores, aportar estabilidad, pero que ha despertado una notable preocupación en el tejido industrial y económico del viejo continente.

El acuerdo deja fuera de este nuevo régimen a determinados productos considerados estratégicos. Así, los productos farmacéuticos, las aeronaves y sus componentes, así como ciertos productos químicos y equipos para la fabricación de semiconductores, quedarán exentos de aranceles en ambas direcciones. No obstante, las altas tarifas del 50% sobre el acero y el aluminio se mantienen sin cambios, continuando la presión sobre el sector metalúrgico europeo.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, defendió el pacto subrayando la seguridad que aporta en un contexto global incierto. “El acuerdo alcanzado hoy genera seguridad en tiempos inciertos. Proporciona estabilidad y previsibilidad para los ciudadanos y las empresas a ambos lados del Atlántico”, declaró. Von der Leyen insistió en que el tipo único del 15% es un avance significativo: “Hemos mantenido un único tipo arancelario del 15% para la gran mayoría de las exportaciones de la UE [...] Este 15% es un límite máximo claro. Sin cuotas adicionales. Todo incluido. Por lo tanto, aporta la tan necesaria claridad a nuestros ciudadanos y empresas, que era absolutamente crucial”.

Desde el otro lado del Atlántico, la visión es decididamente más triunfalista. El presidente estadounidense, Donald Trump, fue contundente al afirmar que “los productos de Estados Unidos no soportarán ningún arancel en su entrada a la UE”. Además, destacó el componente energético del acuerdo, calificándolo como un compromiso de la UE para “comprar gas licuado y combustible nuclear estadounidense por 750.000 millones de dólares”.

Junto a este masivo compromiso energético, que se deberá materializar en los próximos tres años, el acuerdo incluye una promesa de inversión empresarial europea en Estados Unidos por valor de 600.000 millones de dólares, aunque su concreción es difusa al depender de la voluntad del sector privado.

 

Críticas y el coste de las barreras no arancelarias

El acuerdo no ha sido recibido con unanimidad. Analistas europeos lo interpretan como una cesión considerable ante las presiones de Washington. Jesús Núñez, codirector del IECAH, lo define con una sola palabra: “Resignación. Yo creo que es la palabra que define ahora mismo el acuerdo, con el intento de convencernos de que podría haber sido peor y que, por lo tanto, debería satisfacernos”. En la misma línea, Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano, pone en duda la viabilidad del compromiso de inversión, calificándolo como “una patada hacia adelante”, ya que “la Comisión Europea no le puede ordenar a ninguna empresa que haga ninguna inversión. Esto tiene que ver con condiciones de mercado”.

Un punto clave del debate es si Europa podría haber obtenido un pacto más ventajoso. Expertos señalan que la eliminación de más barreras no arancelarias por parte de la UE —como normativas técnicas, regulaciones sanitarias complejas o burocracia— habría fortalecido su posición negociadora. Estas barreras internas suponen para la economía europea un coste anual superior al billón de euros, elevando los precios un 110% en el sector servicios y un 45% en las manufacturas.

El economista Daniel Lacalle es crítico con la estrategia europea: “Al aceptar aranceles del 15% en vez de eliminar todas sus barreras no arancelarias, los países socios de Estados Unidos están reconociendo que prefieren el coste a reducir el poder de los políticos”. Lacalle llega a sugerir que, con mayor flexibilidad, “la Unión Europea podría haber cerrado aranceles del 10% como Reino Unido o menores”.

Bruselas ha optado por un enfoque cauteloso, priorizando la protección de su soberanía regulatoria y de sectores sensibles, aunque ello haya supuesto aceptar un acuerdo comercial que, en términos de acceso a mercado, favorece claramente a Estados Unidos.

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