Día Martes, 09 de Septiembre de 2025
La acción militar estadounidense contra Fordow, Natanz e Isfahan, instalaciones nucleares iraníes, marca un antes y un después en la tensión entre Irán e Israel. La respuesta iraní no se hizo esperar, con el lanzamiento de misiles hacia Tel Aviv que han dejado heridos.
La madrugada de hoy ha sido testigo de una intervención militar estadounidense en Irán, que ha bombardeado tres instalaciones nucleares estratégicas en las ciudades de Fordow, Natanz e Isfahan. Esta operación militar, confirmada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, representa un punto de inflexión en la creciente crisis entre Irán e Israel y amenaza con desestabilizar aún más la ya volátil región de Oriente Próximo.
El ataque ha provocado una inmediata y contundente respuesta iraní, que se ha materializado en el lanzamiento de una oleada de misiles contra territorio israelí, impactando en Tel Aviv y dejando un saldo de al menos 16 heridos, uno de ellos en estado moderado.
Un ataque audaz y una condena internacional
El presidente Trump utilizó la red social Truth Social para anunciar el éxito del operativo: “Hemos completado con gran éxito nuestro ataque contra las tres instalaciones nucleares de Irán, incluidas Fordow, Natanz e Isfahan (...) Todos los aviones han salido del espacio aéreo iraní”. En un mensaje que buscaba un equilibrio entre la acción militar y un llamado a la calma, Trump añadió: “Ahora es el momento de la paz. Habrá paz o una tragedia para Irán mucho mayor que la que hemos presenciado en los últimos ocho días”.
La reacción desde Israel fue de respaldo incondicional. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, felicitó efusivamente a Trump por su “audaz decisión” y enfatizó que “la paz se logra con la fuerza (...) Esta noche, @realDonaldTrump y Estados Unidos actuaron con mucha fuerza”. Netanyahu no dudó en calificar los ataques como “insuperables” y agradeció el liderazgo del presidente estadounidense, afirmando que “su audaz decisión de apuntar contra las instalaciones nucleares en Irán fue la correcta y cambiará para siempre la historia del mundo”.
Por su parte, Irán no tardó en calificar el ataque como una acción “sumamente peligrosa, ilegal y criminal”, advirtiendo que se reserva “todas las opciones” para responder. El ministro iraní de Exteriores, Abbas Araghchi, denunció que “Estados Unidos, miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, ha llevado a cabo una grave infracción de la Carta de las Naciones Unidas y del derecho internacional al atacar instalaciones nucleares pacíficas de Irán”. Araghchi subrayó que el ataque “tendrá consecuencias duraderas” y que Irán contempla “todas las opciones para proteger su soberanía, intereses y su pueblo”.
Alarma global y el imperativo de la diplomacia
La comunidad internacional ha expresado su profunda preocupación ante el riesgo de una escalada militar mayor. El secretario general de la ONU, António Guterres, manifestó su alarma: “Estoy profundamente alarmado por el uso de la fuerza por parte de Estados Unidos contra Irán hoy. Se trata de una peligrosa escalada en una región ya al límite, y una amenaza directa para la paz y la seguridad internacionales. Existe un riesgo creciente de que este conflicto se descontrole rápidamente, con consecuencias catastróficas para la población civil, la región y el mundo. No hay solución militar. El único camino a seguir es la diplomacia. La única esperanza es la paz”.
Mientras tanto, la autoridad nuclear iraní ha asegurado que no se han registrado víctimas y que el programa nuclear del país “no se detendrá”. La situación permanece en un delicado equilibrio, y las próximas horas serán determinantes para discernir si la región se encamina hacia una nueva espiral de violencia o si la vía diplomática logra prevalecer.
Repercusiones económicas: o se firma una paz negociada rápido, o tenemos un tsunami global en ciernes
La escalada bélica entre Israel e Irán no solo amenaza la estabilidad regional, sino que también proyecta una sombra de incertidumbre sobre la economía global, con efectos potenciales en múltiples frentes que ya están generando preocupación en los mercados y en los centros de decisión económica.
Uno de los impactos más inmediatos y preocupantes es el riesgo de una inflación global descontrolada. Un aumento sostenido del precio del petróleo se perfila como el principal motor inflacionario. Expertos advierten que si el conflicto llegara a interrumpir la producción iraní o, lo que sería más grave, a cerrar el vital Estrecho de Hormuz, por donde transita un alarmante 20% del crudo mundial, el precio del barril podría dispararse hasta los $130. Este escenario catastrófico, según analistas, podría elevar la inflación en Estados Unidos hasta un 6% a finales de 2025. Europa, por su parte, se enfrentaría a una reactivación de las presiones inflacionarias, particularmente en industrias intensivas en energía, lo que revertiría la reciente desaceleración que tanto ha costado conseguir. Los costes de producción, en sectores tan diversos como la alimentación, los textiles y los químicos, se dispararían, trasladándose directamente a los consumidores y afectando el poder adquisitivo de los hogares.
En este contexto de incertidumbre, el dólar estadounidense ha reforzado su papel tradicional como refugio seguro. Se ha observado una apreciación del 1% frente a monedas como el yen y el franco suizo en la última semana, un claro indicio de la búsqueda de activos considerados más estables. Una mayor escalada en el conflicto podría intensificar esta tendencia, aunque la posible subida de tipos de interés por parte de la Reserva Federal para combatir la inflación podría limitar su fortaleza relativa a medio plazo.
Las implicaciones para las finanzas públicas también son significativas, especialmente para Estados Unidos. Un conflicto prolongado sin duda aumentaría el gasto militar, lo que agravaría el ya abultado déficit existente en el país. La administración Trump ya ha desplegado tropas en la región, y una intervención directa o prolongada requeriría fondos adicionales considerables. La combinación de una mayor inflación y una posible recesión económica reduciría los ingresos fiscales, al tiempo que aumentarían las necesidades de gasto social y de defensa, creando una tormenta perfecta para las arcas públicas.
Para la economía europea, el panorama es especialmente sombrío, con el riesgo latente de estanflación. La eurozona podría verse inmersa en un escenario de alta inflación energética y bajo crecimiento, una situación que evoca la crisis del petróleo de 1973 tras la guerra de Yom Kippur. El sector industrial sufriría especialmente, con empresas energéticamente intensivas en clara desventaja competitiva debido al encarecimiento de los insumos. El Banco Central Europeo (BCE) podría verse forzado a subir los tipos de interés de manera más agresiva para contener la inflación, lo que, si bien necesario, frenaría aún más el ya frágil crecimiento económico de la región.
Finalmente, la reacción de China es un factor clave en la ecuación global. Pekín ha optado por una diplomacia de desescalada, condenando las acciones de Israel y exhortando a Estados Unidos a evitar mayores intervenciones, bajo la premisa de que "el mundo no estará en paz si Oriente Medio es inestable". La preocupación energética es palpable, ya que más del 40% del petróleo importado por China proviene de Oriente Medio. Un cierre del Estrecho de Hormuz interrumpiría de forma crítica sus suministros, aunque el país podría intentar compensarlo con reservas o acuerdos con otros miembros de la OPEP+. En última instancia, Pekín busca evitar daños a su vasto comercio y a las cadenas de suministro globales, promoviendo activamente negociaciones para "bajar la temperatura" de un conflicto que, de descontrolarse, tendría repercusiones económicas a escala planetaria.
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