Día Miércoles, 22 de Octubre de 2025
El estrecho de Ormuz, una vía marítima de importancia crucial que enlaza el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán y el Mar Arábigo, se ha convertido en el punto neurálgico de la creciente tensión entre Israel e Irán. Controlado en gran parte por Teherán, este paso es fundamental para el comercio mundial de hidrocarburos, canalizando aproximadamente el 20% del petróleo y el 27% del gas licuado de petróleo (GLP) que se consume a nivel global.
La escalada del conflicto en la región ha puesto el foco en la vulnerabilidad de esta ruta, especialmente para China, cuya dependencia es notable. Cerca del 53% de sus importaciones de crudo, lo que equivale a unos 4,2 millones de barriles diarios, transitan por Ormuz. Esta situación posiciona a la economía asiática como una de las más expuestas ante cualquier interrupción en el estrecho, a pesar de los esfuerzos de Estados Unidos y Europa por reducir su dependencia directa de la zona. En contraste, China ha fortalecido sus lazos con Catar e Irán para asegurar su abastecimiento energético.
La reciente intensificación de las hostilidades, que incluye ataques cruzados entre Israel e Irán, ha llevado a Irán a considerar abiertamente la posibilidad de un control temporal del estrecho como medida de presión. Si bien un bloqueo total se percibe como un último recurso, dado que afectaría también las exportaciones iraníes, la mera amenaza ha encendido las alarmas en los mercados energéticos, proyectando un posible disparo en los precios del petróleo hasta los 150 dólares por barril en caso de cierre.
Expertos y analistas coinciden en que un bloqueo o incluso ataques selectivos en Ormuz tendrían graves repercusiones en el mercado mundial, impactando particularmente a China y Europa, quienes ya exploran alternativas como el gas de Catar para mitigar los riesgos. No obstante, la presencia militar estadounidense en la región, con la 5ª Flota desplegada en Baréin, actúa como un factor disuasorio clave frente a un cierre completo del estrecho.
La situación se ha visto agravada por incidentes recientes en el estrecho, como el choque e incendio de buques petroleros y abordajes por embarcaciones iraníes, que han elevado la alerta. A esto se suman los fallos en los sistemas de navegación de cientos de barcos, añadiendo un riesgo adicional al tránsito de hidrocarburos por esta vía crucial.
En este complejo escenario, las declaraciones de los expertos subrayan la gravedad de la situación. El analista financiero Pablo Fernández afirmó contundentemente que "A nadie le conviene" un cierre del estrecho, y que tanto Estados Unidos como China "se encargarán de presionar" para evitar tal escenario, el cual podría desestabilizar aún más los mercados energéticos globales. Por su parte, Anas Alhajji, socio gerente de Energy Outlook Advisors, enfatizó que "Sus amigos sufrirán más que sus enemigos... Así que es muy difícil ver que eso suceda," en referencia a un bloqueo iraní, dado que la propia Irán depende del estrecho para sus exportaciones petroleras y la entrada de bienes esenciales.
Estas tensiones ya están teniendo un efecto palpable, con expertos advirtiendo que "Solo las tensiones pueden llevar el gas a los 50 euros", y un análisis pertinente que subraya la vulnerabilidad del suministro al señalar que "El petróleo del Golfo está geográficamente concentrado y atrapado en un único punto." El estrecho de Ormuz se mantiene, por tanto, como un eje vital para el suministro energético global, bajo el escrutinio de la comunidad internacional en medio de una crisis geopolítica de magnitud.