Día Jueves, 08 de Enero de 2026
El Bitcoin, la criptomoneda más popular, cerró 2017 con una cotización cercana a los 14.000 dólares, lo que equivale a una revalorización nada menos que del 1.400% en tan solo doce meses.
El Bitcoin, la criptomoneda más popular, cerró 2017 con una cotización cercana a los 14.000 dólares, lo que equivale a una revalorización nada menos que del 1.400% en tan solo doce meses. Este ratio significa que cualquier inversor o particular que invirtiera 10.000 dólares a principios de 2017 hoy tendría cerca de 140.000 dólares. Este vertiginoso comportamiento no se ha limitado únicamente al mencionado Bitcoin, sino que buena parte del amplio universo de criptomonedas han registrado un alza similar en los últimos meses.
Los defensores de las criptomonedas aducen que la avanzada tecnología que está detrás de ellas explica el auge de su cotización. Pronostican, además, que su utilización como medio de pago ganará protagonismo de forma imparable. Sin embargo, no se puede ignorar que el ascenso vertiginoso de las criptomonedas se ha alimentado fuertemente de su utilización con carácter especulativo.
La continua revalorización ha centrado buena parte del foco informativo en los últimos meses, lo que ha favorecido la entrada de nuevos inversores que, sin conocer el fundamento de las criptomonedas, han invertido capital en ellas con el simple objetivo de obtener una elevada rentabilidad en poco tiempo. En definitiva, el ascenso de la cotización se ha alimentado de su propio éxito. Esta espectacular subida, especialmente desde el pasado septiembre, ha provocado que algunos analistas la hayan comparado con la burbuja de los bulbos de tulipán que se desarrolló en los Países Bajos en el siglo XVII. Los escépticos defienden que, tarde o temprano, la burbuja de las criptomonedas pinchará.
En cualquier caso, dejando a un lado si el ascenso de su cotización es irracional o no, cabe preguntarse si en un futuro se podrían llegar a convertir en un medio de pago extendido, a pesar de no estar respaldadas por ningún gobierno ni banco central. Otra opción intermedia es que, quizá, ambas cosas no sean incompatibles.

































